Ciudades de humo (Fuego #1)

Se sorprendió cuando vio que Tina y Jake estaban esperando junto a la puerta del hospital. Max detuvo el coche allí y le dedicó una mirada significativa para que se bajara. En cuanto lo hizo, Tina se acercó corriendo a ella.

—Vamos, cielo, hay que darse prisa. El calmante dejará de hacer efecto de un momento a otro y tenemos que sacarte la bala.

Alice se preguntó cómo sabía que tenía una bala incrustada en el brazo, pero en cuanto vio que Rhett también estaba en el hospital, tuvo la respuesta.

—échate, querida, eso es...

Alice se tumbó boca arriba en una de las camillas y vio que Jake se mantenía al margen, pálido de miedo.

El dolor se volvió persistente. Alice no quiso mirar a Tina mientras esta le clavaba algo en el otro brazo. Cerró los ojos cuando la mujer apretó la herida con fuerza y quitó el trozo de tela con la que Rhett le había vendado el brazo.

—Necesito ayuda —murmuró la mujer con voz seria—, ahora mismo.

Su mano se apartó y apareció otra más grande. El tacto era diferente, pues estaba cubierta de cuero. Alice abrió los ojos y vio que Tina ordenaba una serie de instrumentos de metal en una bandeja. Rhett seguía apretando la herida, sin perder de vista lo que hacía la sanadora. Alice, por su parte, trató de no moverse, pero cada vez le resultaba más complicado. Andaba inquieta. Ya apenas sentía la mano.

—Tengo que quitarle la bala —le dijo Tina a Rhett con voz tensa—. Va a doler. Y vas a tener que sujetarla cuando te lo diga.

él apretó la mano en torno a la herida, mirando a Alice sin siquiera parpadear. Ella admiró su entereza.

Jake, por cierto, seguía manteniéndose al margen con cara de espanto.

—?N-no puedes sedarla? —preguntó, palideciendo aún más.

—Poca sangre y tensión alta. No iría bien.

No era cierto. Alice estuvo a punto de reírse y llorar a la vez. No había anestesia para androides. Ni siquiera sabía por qué la pastilla que le habían dado había surtido efecto.

Tina se puso unos guantes blancos y la miró con una disculpa en los ojos. Entonces, asintió con la cabeza hacia Rhett, que se colocó detrás de Alice para sujetarla por los hombros.

A su vez, Tina la sujetó de la mu?eca, inmovilizándole el brazo por completo. Entonces, Alice sintió el mayor latigazo de dolor de su vida. Se retorció y Rhett la agarró con más fuerza. Vio que Tina introducía unas pinzas en el agujero de bala. Se mordió el labio con fuerza, mareada, y apretó los pu?os. No quería verlo y, a la vez, no podía dejar de mirar.

Tina extrajo un peque?o proyectil completamente rojo y lo dejó en la bandeja. Entonces, colocó un pa?o humedecido sobre la herida. Esto alivió un poco el dolor de la chica, que dejó de retorcerse. Rhett aflojó el agarre, mirándola.

—Ya está —escuchó decir a Tina—. Lo has hecho muy bien, Alice. La mayoría habría intentado darme un pu?etazo.

La chica hizo un amago de sonrisa.

—Seguro que no ha dolido tanto —murmuró Rhett—. Es que eres una quejica.

—Jake, hazme el favor de asesinarlo por mí. Ahora mismo no tengo fuerzas —susurró Alice.

El guardián sonrió un poco, negando con la cabeza.

Tina retiró el pa?o y limpió la herida con cuidado. Alice apenas sentía el brazo. Movió un poco los dedos de la mano, aliviada. Entonces, la sanadora le vendó la herida.

—Bueno —ella sonrió un poco—, has tenido suerte, la bala no ha tocado nada importante. De hecho, no esperaba que fuera tan superficial. Deben de haber disparado desde mucha distancia. En fin..., ?te encuentras mejor?

—Sí —dijo, sinceramente.

—Tardará en cicatrizar, así que tendrás que llevar la venda un tiempo. Pero si haces exactamente lo que te mando, no te dolerá.

—?Puedo utilizar el brazo? —preguntó ella.

—Por supuesto.

—Suena a que no vas a librarte de los combates —le dijo Jake, que se había vuelto a acercar.

Tina siguió con su explicación.

—No obstante, quedará cicatriz. Soy buena, pero no tanto. Lo siento.

—Las cicatrices no están tan mal —se escuchó decir a sí misma.

Rhett la miró con curiosidad.

—Jake. —Alice se volvió hacia su amigo. Seguía pálido—. ?Estás bien?

él asintió lentamente.

—No le gusta la sangre, pero curiosamente es muy buen ayudante cuando quiere —dijo Tina—. Se ha asustado cuando te ha visto así. Ah, tendrás que cambiarte de ropa.

Alice sonrió. Como si en esos momentos le preocupara eso.

—Sí —murmuró agotada.

—Oye, cuando quieras me das las gracias —protestó Rhett—. Si no los hubiera avisado, no te habrían atendido tan deprisa.

—Y si no hubiera sido porque tú estabas durmiendo, no me habría acercado al precipicio.

Tina ahogó un grito.

—??Te has dormido en una guardia con una principiante?!

—?Qué? No, no, no... Yo no... —Rhett miró a Alice con mala cara—. ?No podías quedarte calladita?

—?Si has empezado tú!

—?Has empezado tú al no hacerme caso!

—?Yo no...!

—Chicos, basta. —Tina negó con la cabeza—. Sois dos irresponsables.

—?Ha empezado él!

—?Me da igual quién haya empezado, yo lo termino! —La mujer respiró hondo—. Y ahora, todo el mundo que no tenga una herida de bala en el brazo ?que se largue!

—Yo ahora tengo una herida de bala en el corazón, Tina —Rhett se llevó una mano al pecho—. ?Eso no cuenta?

—Fuera de aquí. —La sanadora, riendo, echó a ambos chicos.





12


    El desastre

del circuito


—Mira que tienes mala suerte —le dijo Saud.

Habían ocupado uno de los pocos sitios libres que había junto a las ventanas y, mientras la lluvia repiqueteaba contra los cristales, jugaban ya su tercera partida de cartas.

—Sí —corroboró Dean.

Trisha, sentada a su lado, no dijo nada. Estaba intentando ver la mano de Jake. Alice aprovechó su distracción para atisbar la suya.

Je, je. Iba a ganar.

—No es mala suerte —protestó Alice.

—?Ah, no? Y ?qué es? —Saud la miró, divertido.

—Que el mundo está en mi contra.

—El mundo no está en tu contra —intentó animarla Dean con una sonrisa—. Vamos, no a cualquiera le ofrecen cambiar de grupo tan pronto. Eso es que estás haciendo algo bien.

Joana Marcus's books