—Pondré música —murmuró él, cortando el silencio.
El chico se inclinó hacia delante, le rozó la rodilla con el codo a propósito y encendió la radio. Ella se mordió el labio, nerviosa, y los nervios aumentaron cuando notó que sus nudillos le acariciaban la mejilla con suavidad.
—?Estás bien?
—Sí, sí...
—?Sabes? —Erik se arrastró un poco en el asiento hacia ella—. Me han dicho que te gusto.
—?E-eso...? ?Eso te han dicho?
—Sí. ?Es verdad?
él ya estaba inclinado sobre ella. Alicia sintió que su estómago se retorcía. No estaba segura de si iba a vomitarle encima. Sería una curiosa manera de terminar la noche.
—Tienes novia —le recordó.
—?Y qué?
—Que... ella... Yo...
—Ella no está aquí. Olvídala.
Alicia abrió mucho los ojos cuando notó los labios de Erik sobre los suyos. Su cuerpo entero se tensó de pura emoción. Nunca había besado a un chico.
Al cabo de unos segundos, se relajó un poco y sintió que él empujaba algo con el pie. Al instante, su asiento se tumbó y se quedó boca arriba, hecha un manojo de nervios. Fue escuchar el clic de su cinturón y encontrarse a Erik encima de ella, besándola. Alicia tragó saliva cuando vio una mano en su pecho. Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía sentirla, solo veía lo que estaba pasando como si fuera una espectadora.
?Por qué no le parecía agradable, como había imaginado tantas veces? ?Por qué no era como en las películas o en los libros? Solo eran unos labios tibios sobre los suyos. Y unas manos apretándole los pechos. No era agradable, pero tampoco desagradable.
Simplemente no era nada.
No se movió en absoluto. No sabía qué hacer. No entendía por qué lo dejaba seguir. Era su sue?o desde que tenía memoria, pero jamás se había sentido tan incómoda. Su piel se puso de gallina, y no de placer, cuando él metió la mano debajo de su falda. Miró el techo del coche y le entraron ganas de llorar sin saber muy bien por qué. Puso las manos en sus hombros solo para sujetarse de alguna forma. De repente, quería irse a casa, pero el miedo a que nunca más quisiera estar con ella si lo hacía era tan grande que no se atrevió a moverse.
Erik se detuvo y se puso de rodillas sobre ella, desabrochándose la hebilla del cinturón con manos torpes. Alicia no estaba cómoda, eso era más que obvio, aunque a él no pareció importarle demasiado. Lo que sí vio fue que ella tenía los ojos llenos de lágrimas, pero eso tampoco pareció preocuparle mientras sacaba un envoltorio del bolsillo y lo rompía con los dedos.
—La primera vez siempre duele —murmuró, poniéndose el preservativo—. No llores mucho. Odio que lloren mientras follo.
Alicia supo que tenía que decir algo, lo que fuera, pero no encontró su propia voz. De hecho, no encontró su propio cuerpo. Se quedó paralizada. él no la miró cuando se volvió a colocar encima de ella y le quitó las bragas de un tirón. Tenía frío. Quería irse a casa. él apoyó una mano junto a su cabeza y...
*
Alice abrió los ojos de golpe al escuchar un ruido fuerte cerca de ella. De hecho, se levantó tan deprisa que se dio con la cabeza en la litera de arriba.
Parpadeó, desorientada, llevándose una mano a la frente, y vio que sus compa?eros se estaban poniendo de pie. ?Qué hacían? ?Qué pasaba? ?Dónde estaba?
Solo entonces se dio cuenta de que Deane, la guardiana del pelo corto que se había opuesto a que se quedara en la ciudad, estaba en la puerta. De hecho, tocaba una campanita que hacía un ruido insoportable.
Alice deseó lanzársela a la cabeza.
Todavía tenía la piel de gallina y la sensación de que, de alguna forma, le habían hecho algo malo. Algo muy malo. Tenía ganas de llorar, pero se contuvo y se limitó a ponerse también de pie, intentando centrarse en la realidad otra vez.
—Entrenamiento en cinco minutos —espetó Deane, bajando por fin la estúpida campanita—. Quien llegue tarde, entrenará el doble.
En cuanto los dejó solos, todos se apresuraron a cambiarse. Shana, al ver a Alice parada, observándolos, perdida, se acercó a ella, abrió su cajón y sacó el equipamiento —una camiseta de manga corta y unos pantalones largos, todo negro—, que le tendió antes de regresar a su litera y vestirse.
Al acabar, Shana volvió a acercarse a Alice, que le sonrió.
—Ah, no te he presentado a nadie todavía. —Se?aló a un chico que se les había unido—. Este es Tomás. Es mi mejor amigo.
—Prefiero Tom —sonrió él.
Era alto, muy alto. Tenía el pelo oscuro, la piel de un tono ligeramente dorado y los ojos casta?os. Parecía simpático.
—Está en armas —a?adió Shana—, como tú.
Alice se sintió repentinamente aliviada. Al menos, tendría un rostro conocido cerca.
—?Es tu primer día? —preguntó Tom.
—Sí.
—Lo vas a pasar fatal —le aseguró, y Shana le dio un codazo—. ?Oye!
—Los primeros días siempre son duros, pero no te preocupes, terminarás acostumbrándote.
—O no, yo todavía no me he acostumbrado.
*
Alice frunció el ce?o cuando vio que Deane no se dirigía al campo de entrenamiento, sino al otro extremo de la ciudad. Ya estaba empezando a amanecer cuando llegaron. Ella sintió que su corazón se detenía.
—Bienvenida al infierno de cada ma?ana —murmuró Tom.
Era un circuito de obstáculos. Y, por si eso no fuera suficiente, estaba empapado por la lluvia del día anterior.
Los últimos a?os había llovido muy poco, pero, desde hacía unos meses, las precipitaciones habían adquirido una frecuencia extra?a. Llovía intensamente durante unas horas y se detenía de golpe para dar paso a un sol abrasador. En su zona, Alice podía ignorarlo porque siempre estaba en el interior de los edificios. Aquí, se pasaba el día fuera. Seguía sin acostumbrarse a ello.
Volvió a centrarse en el circuito. El barro les llegaba hasta los tobillos. Alice miró a Deane, que los miraba con expresión severa, y se preguntó por qué habría aceptado ir con los avanzados.