—Eres muy malo. —Ella se cruzó de brazos.
—Claro que me lo imagino, algún día pasará. —Rhett puso los ojos en blanco y la miró de reojo—. ?Tantas ganas tienes de tener una casa para ti?
—Tengo ganas de tener una habitación para mí. Aunque nunca he dormido sola. No sé si me gustaría.
—A lo mejor yo podría dormir contigo para que no te sintieses sola. —No pudo evitar soltar él medio en broma, enarcando las cejas a modo de invitación.
—?Harías eso por mí? —Ella sonrió, ilusionada—. ?Eres un gran amigo, Rhett!
él se quedó mirándola un momento y, para sorpresa de la chica, pareció bastante ofendido, pero no dijo nada más.
—?Qué es eso? —preguntó Alice curiosa, cambiando de tema.
—La toma de corriente. Y no, no puedes tener una.
Ella frunció el ce?o y se paseó por la habitación. Había bastantes cosas, pero no muy ordenadas, a su parecer. En realidad, todavía no se había encontrado a un solo humano organizado. Quizá simplemente no fuera parte de su naturaleza.
Se detuvo ante un objeto extra?o. Rhett le explicó que era un televisor. Ah, sí, lo había mencionado el otro día en el coche, ?no? ?Cómo cabía ahí tanta gente fingiendo cosas? Si era diminuto.
Lo tocó con un dedo, curiosa, casi como si esperara que sucediera algo. Pero no pasó nada.
—Dijiste que tenía películas —le dijo a Rhett, se?alándola—. ?Dónde están?
Lo vio poner los ojos en blanco de reojo.
—Tienes que ponerlas.
Rhett se?aló una estantería llena de cajitas rectangulares decoradas con imágenes.
—?Eso son películas?
—Sí. Se ponen ahí y luego ya puedes verlas.
Se volvió hacia él como si acabara de descubrirle el mundo entero.
—?Podemos ver una? —preguntó emocionada.
—?Ahora? Ni de co?a. Quiero irme a dormir.
—Pues duérmete, la veré yo sola.
—No puedo dormirme contigo paseándote... —La se?aló, mirándola de arriba abajo— así.
—?Cómo?
—?Qué más da? He dicho que no. Ni siquiera deberías estar aquí.
Ella lo miró con el ce?o fruncido.
—Eres un aburrido.
Y consiguió justo lo que quería: que Rhett se enfurru?ara.
—No soy un aburrido.
—Entonces, ponme una película de esas.
—?Qué te ha dado con darme órdenes?
—?Qué te ha dado con decirme a todo que no?
—No puedes quedarte aquí tanto tiempo. ?Sabes lo que nos harán si nos pillan?
—?Cuánta gente te suele visitar por la noche?
—Por ahora, tienes el honor de ser la primera.
—Entonces, déjame quedarme un rato. Venga, por favor, no molestaré. No haré ruido. Solo quiero ver cómo son. Solo un ratito. Porfa. Porfa. Po...
—Como vuelvas a decirme ?porfa?, no te cargo el iPod.
—Vale, yo no lo digo más y tú me pones una película. ?Trato?
él pensó un momento, analizándola como si no terminara de fiarse de ella. Finalmente, suspiró.
—Está bien —se resignó—. Escoge una.
Alice se sintió como si acabaran de decirle que podía hacer lo que quisiera. Una oleada de ilusión la invadió y fue dando brincos hacia la estantería.
—?Puedo elegir cualquiera? —preguntó, repasándolas frenéticamente—. ?En serio? ?Cualquiera?
—Sí, cualquiera —murmuró Rhett considerablemente menos entusiasmado.
Ella las repasó todas en tiempo récord. Eran muy distintas. Al final, la que más le llamó la atención fue una que tenía una máscara en la carátula. Se la ense?ó a Rhett, que estaba de pie con aspecto de estar replanteándose su vida.
Cuando vio cuál había elegido, esbozó una mueca.
—?En serio? ?Quieres ver una peli de miedo y co?a? —Alice asintió—. Mira que eres rara. Incluso con las películas.
—?No te gusta? ?La has visto?
—No es de mis favoritas, la verdad.
—Y ?por qué la tienes?
—Por si alguna vez viene una rarita que quiera ver películas malas a las dos de la ma?ana.
Alice sonrió ampliamente cuando él le quitó la cinta de las manos y la metió en otro aparato que había debajo del televisor. La pantalla negra parpadeó y Alice dio un paso atrás, aterrada.
—?Ha hecho algo!
—Sí, se ha encendido. —Rhett la miró, muy serio—. Ten cuidado, podría explotar.
—??QUé?!
—?Cuidado, escóndete, rápido!
Alice estuvo a punto de atrincherarse debajo de la cama, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que él estaba sonriendo.
?Se estaba riendo de ella? Puso los brazos en jarras, muy ofendida.
—?Lo que acabas de hacer es imperdonable! ?Te has aprovechado de mi desconocimiento para burlarte de mí!
—Creo que lo superarás.
—?Es imperdonable! —repitió.
—Siéntate, anda. —Rhett negó con la cabeza—. No va a explotar, era broma.
Alice le dedicó una última mirada molesta antes de mirar a su alrededor y optar por sentarse de piernas cruzadas a los pies de la cama. ?Incluso el colchón era más cómodo que el suyo! Qué injusto era todo.
—No entiendo cómo estás tan amargado teniendo tantos lujos —murmuró.
—Fingiré que no he escuchado eso.
—Me encanta tu cama —le dijo Alice alegre y saltando suavemente sobre esta, haciendo que el colchón rebotara con el peso.
Rhett se quedó mirándola un momento antes de cerrar los ojos, negar con la cabeza e intentar centrarse en lo que hacía, cosa que Alice no entendió.
Al final, él se sentó en la alfombra, con la espalda apoyada junto a las piernas de Alice. Unas letras inundaron la pantalla y ella se quedó mirándola con atención.
—?Qué hace esa chica? —preguntó confusa.
En realidad, hacía preguntas cada diez segundos. Le sorprendía que Rhett todavía no la hubiera echado.
—Hablar por teléfono —aclaró él.
—?Qué es un teléfono?
—Lo que te habría pedido si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias.
—?Eh?
—Sirve para hablar con gente a distancia.
—Ooooooh. ?Y ahora qué hace?
—Correr.
—?Por qu...?
—Mira la película en silencio o te echo.
—Pero ?el silencio no es divertido!
Rhett le dedicó una mirada molesta y ella se apresuró a callarse y a centrarse en la película.