Ciudades de humo (Fuego #1)

—Hace ya unos meses, una de las zonas principales, la de los androides, fue masacrada por Ciudad Capital, lo que supuso una clara victoria por parte de los humanos y una derrota para los científicos. Bueno, se dice que solo hubo dos supervivientes. Una es nuestra querida Alice, como bien sabréis, una inocente ni?a criada en esa zona, y el otro superviviente, desafortunadamente, fue un androide.

Alice miró a Deane con un nudo en la garganta. No le gustaba por dónde iba ese relato. Apretó los labios cuando notó todas las miradas clavadas en ella. Pero Deane seguía sonriendo.

Jake le puso una mano en la mu?eca.

—?Crees que sabe...?

—Chis. —Trisha se había inclinado hacia delante con el ce?o fruncido.

Entonces, Alice cayó en el hecho de que nunca le había confesado a Trisha nada de su condición.

Encontró la mirada de Rhett, que ahora parecía de todo menos despreocupada. De hecho, fue la primera vez en su vida que vio algo de miedo en sus ojos.

—El androide —continuó Deane— ha dado muchos más problemas que Alice, claro. Los de Ciudad Capital nunca dejan un trabajo a medias. Por eso, han estado buscando por todas las ciudades de los rebeldes, intentando encontrarlo, pues supone un claro peligro para todos. Porque, claro, somos conscientes de lo peligrosas que son esas máquinas. Ciudad Capital quería asegurarse de nuestra protección y, al creer que estaba oculto aquí y que nosotros lo encubríamos, nos tomaron por defensores de los androides y..., bueno, ya sabéis cuáles han sido las consecuencias, repetirlo sería bastante inútil.

Alice miró a Rhett, que a su vez tenía la mirada clavada en Deane.

—Pero —continuó esta, y levantó un dedo—, como no encontraron nada, decidieron secuestrar a nuestro querido... no, queridísimo Max y convertirlo en su rehén. Eso significa que, o bien les damos al androide que buscan, o lo matarán. Y no queremos que eso pase, ?verdad?

—?No podemos dejar que Max muera por una máquina! —dijo alguien detrás de Alice. Esta tragó saliva, la mano de Jake apretó su mu?eca.

—Pero ?el androide no está aquí! —gritó alguien más, lo que provocó muchos comentarios y murmullos.

—Eso habrá que descubrirlo. —Deane sonrió—. Hace poco, se ha detectado que los androides no son máquinas totalmente distinguibles de los humanos. De hecho, se crean a partir de humanos moribundos. Hacen que su sistema vuelva a funcionar... y esa persona deja de serlo para convertirse en su máquina esclava. Podrían hacerlo con cualquiera de nosotros. Cualquiera. —Hizo una pausa, disfrutando de las caras de horror de la gente—. De hecho, podrían haberlo hecho con la persona que tenéis sentada al lado, una a la que habéis conocido durante toda vuestra vida, que podría estar aquí solo para espiarnos y ni siquiera lo sabríais.

Silencio absoluto.

Alice no entendía muy bien qué estaba haciendo. ?Es que quería sembrar el pánico? ?Era eso? ?De qué le serviría? Seguro que Deane ya sospechaba de ella, y si la se?alaba, la gente no tardaría ni cinco minutos en buscar su número. Entonces, ?por qué lo estaba alargando tanto?

—El androide ha podido estar entre nosotros todo este tiempo sin que lo supiéramos —continuó—. Podría ser alguien en quien confiáis, podría ser cualquiera.

—Creo que voy a vomitar —murmuró una persona unos asientos por detrás de Alice.

Y los murmullos aterrados se extendieron, cosa que pareció hacer muy feliz a Deane.

—Lo primero será el registro de todos y cada uno de los ciudadanos —continuó esta—. Los androides tienen un número en la zona abdominal y, bueno, cuando encontremos al androide oculto, os aseguro que el castigo será ejemplar.

Alice notó que a ella también le entraban náuseas. Trisha la miró, preocupada.

—?Estás bien?

Alice asintió, pero era la mayor mentira que había expresado en su vida.

—Ahora —siguió Deane—, dada la complicada situación y la ausencia indefinida de Max, y teniendo en cuenta que soy la más capacitada para ocupar su cargo...

—De eso nada.

La sala se quedó en silencio sepulcral cuando Rhett se puso de pie. Tenía cara de necesitar gritarle a alguien.

Deane, que ya no parecía tan alegre, se volvió hacia él.

—?Tienes algún problema con lo que acabo de decir?

—Sí, varios. —Rhett se apoyó en la mesa, mirándola—. Max no está muerto, Deane, lo tienen secuestrado...

—?Hay alguna diferencia?

—Y aunque estuviera muerto, nadie te ha pedido que te convirtieras en su sustituta barata.

—Y ?qué propones, Rhett? —Ella apretó los labios un momento, no se esperaba esa reacción.

—Propongo que no decidas tú —replicó él—. No eres nadie para elegir.

—Soy guardiana.

—?Enhorabuena! Pero te recuerdo que tanto Tina como yo seguimos siéndolo también.

—Esto no es algo que se deba discutir en público —dijo Deane.

—?Por qué no? Está claro que tampoco has querido discutirlo en privado antes. Quizá deberíamos dejar que sea la ciudad quien decida. ?O tienes miedo a que no te elijan a ti?

Durante toda la conversación, se escucharon murmullos en la sala, que fueron en aumento hasta convertirse en voces confusas y asustadas. Jake miraba a Rhett con preocupación. A Alice tampoco le hacía ninguna gracia que se metiera tan abiertamente con Deane, teniendo en cuenta de lo que parecía ser capaz esa mujer.

—Propongo ir a buscar a Max a Ciudad Capital. —Rhett clavó un pu?o en la mesa—. él es quien debe gobernar la ciudad.

—Max va a morir.

—Pero aún no está muerto, Deane —replicó él bruscamente—, aunque eso te encantaría, ?no es así?

La guardiana entrecerró los ojos.

—?Se puede saber qué insinúas?

—Creo que lo sabes muy bien.

—Ya es suficiente. —Tina se puso de pie entre los dos, golpeando la mesa con ambas manos. Todo el mundo guardó silencio al instante—. No conseguiremos nada discutiendo entre nosotros.

—Y ?qué sugieres tú? —preguntó Deane.

—Se disuelve la reunión. —Tina miró a su alrededor—. Quien no tenga dónde ir, que sepa que el hospital está a su disposición. Os avisaremos cuando hayamos llegado a una decisión común. Podéis marcharos.

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