Ciudades de humo (Fuego #1)

—Mierda. —Si empezaba con una palabrota, solo podía ser una persona—. Mierda, Alice. Menos mal.

Ella tardó unos segundos en devolver el abrazo. Rhett. Seguía conmocionada, pero estar con él la calmó al instante, y cerró los ojos.

Tenía todos los músculos fundidos. Estaba agotada. Necesitaba ese abrazo.

Sin embargo, él lo rompió para mirarla a los ojos y decirle:

—?Se puede saber dónde te habías metido? —Estaba furioso—. ?Tienes idea de lo...? ?Te he estado buscando por todas partes!

—Yo...

—?Te dije que te quedaras con los demás! ?Es que no puedes hacerme caso nunca?

—?Tuvimos que escondernos en el hospital!

—?Tuvimos?

—Jake y yo. Nos encontraron dos de esos hombres. No sé ni cómo... —Rememorando lo sucedido, sollozó—. Trisha me salvó.

Rhett desvió la mirada hacia sus amigos, que estaban hablando entre ellos. Después, cerró los ojos un momento y suspiró.

—Si vuelves a desaparecer de esa manera en una situación así, te encierro en un búnker para siempre —soltó bruscamente.

Y Alice tuvo una reacción curiosa.

Se puso a reír.

A reírse de forma histérica, además. Era una manera de expulsar los nervios que había pasado.

—Alice...

—?Nos dijiste que esperáramos en medio de la ciudad!

—?Todo el mundo se dirigió enseguida a la sala de actos! —Rhett suspiró—. ?Cómo no lo visteis?

—?Porque estábamos en el hospital, ya te lo he dicho!

—Pero...

—?Qué demonios querías? ?Que esperáramos de brazos cruzados a que nos dispararan?

Rhett pareció querer a?adir algo, pero se contuvo y negó con la cabeza.

—Vale —trató de calmarse—. Eso ahora da igual. Lo que importa es... Espera, ?qué te ha pasado en el brazo?

Alice se miró la herida. No había sangrado tanto como pensaba, pero no iba a poder quitar las manchas de esa camiseta. Eso seguro.

—Un disparo. Solo me rozó.

—Vamos, tenemos que encontrar a Tina.

—Pero... la ciudad...

—Se han ido —aseguró él—. Los que estaban aquí eran los últimos.

—?Cómo lo sabes?

—Porque Deane tenía que encargarse de esto y yo de la entrada. —Rhett la sujetó del brazo bueno—. Y lo hemos hecho. Venga, vámonos de aquí.

Antes de decidirse, Alice miró a sus amigos: Trisha y Jake se dirigían también al hospital. Al menos, todos estaban bien.

Se sintió extra?amente segura mientras Rhett apartaba a la gente —con menos suavidad incluso que Trisha— para pasar entre ellos, sin soltarla en ningún momento.

—?Tú estás bien? —preguntó al darse cuenta de que no había tenido ni el detalle de preguntar por él.

—Yo siempre estoy bien —aseguró Rhett—. Y tú siempre acabas igual, no sé cómo lo haces.

—Es un don —bromeó, aunque estaba agotada e incluso reír hacía que le dolieran las costillas.

él sonrió, negando con la cabeza.



*



Los de la capital habían requisado la mayoría de las armas, la munición y los alimentos que habían encontrado. La sala de actos, que era el edificio más grande y seguro de la ciudad, estaba repleta de gente, pues era el punto de encuentro de los ciudadanos. Pero cuando hicieron el recuento, faltaban más de la mitad.

Los avanzados habían sido llamados para vigilar la muralla, pues había habido innumerables bajas en el cuerpo de guardia profesional. A Alice le asignaron la sala de actos, donde se encargó de repartir agua a los supervivientes. La mayoría de estos, con la mirada perdida y sin fijarse en ella, apenas le daban las gracias en un susurro.

La alerta había sido impuesta por Max, pero Alice no lo había visto desde el baile, así que supuso que estaría reunido con los demás guardianes, ya que Rhett también había desaparecido tras dejarla a salvo allí.

A Alice le vino la imagen de Jake cayendo de rodillas al suelo, desolado, al ver el montón de cadáveres que habían dejado los de la capital. Se había acercado a él para consolarlo, y fue entonces cuando vio los cuerpos de Dean y Saud, que habían muerto dándose la mano. Sus amigos. Esos dos chicos que, apenas unas horas antes, la habían sacado a bailar para que no se sintiera sola. Jake lloraba de manera inconsolable, pero dejó que Alice lo abrazara.

Dean y Saud habían muerto. Y habían muerto porque Alice no se había entregado. Por eso habían invadido la ciudad.

Pero ni siquiera tuvo tiempo de pensar en ello ni de llorar sus muertes, porque la trasladaron de la sala de actos al muro de entrada, a hacer vigilancia.

Estaba sola allí, el siguiente vigía estaba al menos a veinte metros. Era lo único que podían permitirse en esos momentos. Demasiadas bajas. Estaba congelada, allí sentada, mirando la carretera de tierra completamente vacía. Su estómago rugía de hambre y tenía sue?o.

Sinceramente, se sentía como si necesitara gritar con todas sus fuerzas, pero fuera incapaz de hacerlo.

Aunque intentaba resistirse, el cansancio empezó a vencerla. Justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, oyó que alguien usaba la escalera para subir el muro y pasos que se acercaban. Por instinto, apretó la pistola con los dedos hasta que vio que era Rhett, que se quedó de pie a su lado.

—?Tienes hambre?

—Muchísima.

—Lo suponía.

Rhett le ofreció una manzana.

—?De dónde la has sacado? —preguntó ella sorprendida. La fruta era muy valiosa. Y los atacantes los habían dejado casi sin víveres.

—Digamos que tengo mis recursos.

Ella sonrió y sacó un peque?o cuchillo que le habían dado a cada avanzado ?por su propia seguridad?. La cortó y acercó la mitad a Rhett, al que tuvo que insistir un rato para que, finalmente, la aceptara.

Como era de noche, solo la luz de las farolas iluminaba tenuemente la ciudad, pero no alcanzaba hasta la altura a la que se encontraban —unos cinco metros—. Mirar el bosque era como contemplar la nada. Ella estaba segura de que, aunque hubiera gente allí, ninguno de ellos la vería. Bueno, puede que ella, siendo androide, sí fuera capaz de distinguir sus figuras, pero poco más.

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