—?Alice! —repitió la chica, y sonaba muy cerca, pero desde el suelo ella era incapaz de verla.
—?Aquí! ?Estoy aquí! —respondió desesperada.
No sirvió de nada. Su voz quedó ahogada en el tumulto a su alrededor. Intentó ponerse de pie, pero volvieron a empujarla y estuvo a punto de ser pisoteada por alguien, que la esquivó justo a tiempo. Trató de apoyarse en el suelo para volver a levantarse, sacar la cabeza entre la muchedumbre y respirar, y fue entonces cuando sus dedos tocaron algo frío y metálico.
?La pistola!
La agarró enseguida y, sin pensarlo, apuntó al cielo, cerró los ojos y apretó el gatillo.
En cuanto se escuchó el disparo, la gente que la rodeaba se dispersó. No sin dificultad, Alice se puso de pie y buscó a su alrededor.
A contracorriente, y esquivando la estampida, Trisha se acercaba corriendo a ella.
—A eso le llamo yo dar la nota —sonrió la chica aliviada por haberla encontrado.
Trisha ayudó a Alice a subirse a un banco junto a una casa abandonada, a pocos metros de donde se encontraban. Kenneth y sus amigos solían sentarse en él. No entendía por qué pensaba en eso estando en una situación tan crítica.
—Se dirigen a la sala de actos —gritó Alice por encima del ruido y de los gritos.
—?De dónde demonios vienen los disparos? —masculló Trisha.
—No lo sé. Creo... creo que del campo de entrenamiento.
—Alice —dijo Trisha tensa.
—?Qué? ?Qué pasa?
Su amiga se?aló el camino al campo de entrenamiento, ahora prácticamente desierto. Ella apenas había podido adivinar qué quería mostrarle cuando Trisha murmuró: —?Ese es Jake?
Alice siguió la dirección con la mirada y sintió que su corazón dejaba de latir durante un instante al ver que el hombre que se había llevado a Jake lo empujaba hacia el campo de entrenamiento. Había otras tres figuras vestidas de gris ceniza que también conducían a gente al lugar de donde procedían los disparos.
Las dos salieron corriendo casi a la vez y, en esta ocasión, la adrenalina permitió a Alice ser quien empujara a los demás para que le dejaran el camino libre. Parecía que por cada paso que daba retrocedía cinco a causa de los empujones, y la desesperación por salir de allí era cada vez mayor. Había perdido a Trisha de nuevo, pero no le importó. Siguió empujando, sudando y sujetándose el brazo entumecido hasta que consiguió salir del grupo de gente en tromba. Era tal su ímpetu que cayó al suelo. Mágicamente, Trisha se materializó a su lado y la ayudó a ponerse de pie.
—?Y Jake? —preguntó Trisha—. ?Tú estás bien?
Alice no se quedó a responder, salió corriendo hacia el campo de entrenamiento, que de pronto parecía increíblemente lejano del centro de la ciudad. Su corazón bombeaba sangre a toda velocidad, sentía las piernas entumecidas y no podía pensar en nada que no fuera Jake. Especialmente cuando Trisha se detuvo en seco delante de las gradas y su cara palideció.
Alice sintió que un amargo recuerdo le venía a la mente cuando vio que el muro del otro lado del campo estaba te?ido de rojo y los hombres vestidos de gris quitaban lo que parecían, desde la lejanía, sacos. Los amontonaban a un lado como si no fueran nada más que basura. Pero no era basura. Alice sintió ganas de vomitar.
Mientras una hilera de ciudadanos se colocaba ante el muro, el grupo de atacantes apostado allí recargó sus armas.
—No —se escuchó decir Alice, al ver a Jake en el muro.
Otra vez no. Por favor. Otra vez no.
Salió corriendo sin importarle si su cuerpo aguantaría. Los gritos aumentaron, pero esta vez provenían de los hombres armados. Quizá se debiera a que las habían visto. Pero no importaba. Lo único que a Alice le concernía era el tipo que, justo en ese momento, levantaba la mano para dar la orden de disparar.
Solo tenía que alcanzar a ese hombre. Solo a él.
Siguió corriendo, desesperada, y...
Todo hilo coherente de pensamiento desapareció cuando alguien chocó con fuerza contra ella, tirándola al suelo con el peso de su cuerpo. Alice dio dos vueltas sobre la hierba antes de poder entender lo que había pasado. Uno de los hombres vestidos de gris ceniza se había abalanzado sobre ella. Y otro sobre Trisha.
Alice dudó, miró al tipo que tenía el brazo preparado para dar la orden de disparar. De hecho, vio el momento exacto en el que iba a hacerlo.
Y, entonces, empezaron las detonaciones.
Aunque temblaba de pies a cabeza, se puso de pie, descorazonada, y miró hacia la pared. Buscó a Jake y lo encontró.
Seguía vivo.
?Cómo era pos...?
Se oyó un disparo y el hombre que la había detenido cayó al suelo, inerte. Casi al instante, una mano la sujetó bruscamente del hombro y Alice dio un respingo, asustada.
Pero no era uno de los otros.
—A la sala de actos, ahora —ordenó Deane muy seria.
Nunca habría imaginado que podía alegrarse tanto de ver a esa bruja.
La instructora había reunido a un grupo de avanzados y estaban atacando al pelotón de fusilamiento. Alice vio que el asalto sorpresa había surtido efecto, porque la mayoría de los enemigos estaban muertos. Deane y su equipo se encargaron del grupo del muro. Uno de los avanzados agarró a Jake del brazo y lo llevó con los demás, que se dirigían corriendo hacia la salida del campo.
Trisha estaba de pie a unos metros de distancia. Le sangraba la nariz. Al verla, Jake salió disparado hacia ella y la abrazó. Cuando esta le devolvió el abrazo casi con la misma vehemencia que lo había recibido, Alice se dio cuenta de que era la primera vez que la veía aceptar y dar una muestra de afecto.
No supo si reír o llorar. Simplemente se quedó mirándolos, aliviada.
Estaba tan absorta en la escena que no percibió que alguien se acercaba a ella por detrás. Una mano la agarró del hombro para que se diera la vuelta. Al hacerlo y recibir ella también un abrazo fuerte, que contenía cierta desesperación, Alice parpadeó, sorprendida.