La práctica hace al maestro, pensé con suficiencia, y luego me preparé. Esto iba a doler muchísimo.
Abrí mis pensamientos a 1a línea luminosa con una despreocupación que no había osado tener antes. Y ocurrió. La magia entró produciendo un gran estruendo, Me desbordó el chi y se derramó por mi cuerpo, quemándome 1as sinapsis y las neuronas. Tulpa, pensé dolorida, y la palabra abrió los canales mentales para almacenar la energía. El torrente me habría matado si no hubiese quemado ya la estela de nervios que iban de mi chi a mi mente. Gimiendo, sentí que el poder volvía a abrasarme mientras se desplazaba velozmente hada el círculo de protección de mis pensamientos, expandiéndolo como un globo. Así era como almacenaba la energía de la línea luminosa para utilizarla más tarde, pero o ese ritmo era como sumergirse en un tanque de metal fundido.
Un aullido intenso de dolor resonó en mi interior y, con un empujón mental que refleje con las manos, lo aparté de mí.
De repente sentí que un chasquido resonaba en mi interior y quedé libre de 1a presencia desconocida. Oí repicar las campanas en lo alto del campanario como si se tratase de un reflejo de mis actos.
En el pasillo, algo cayó a1 suelo y fue rodando y dando golpes hasta estamparse contra la pared situada al fondo del vestíbulo. Tomé aliento, levanté la cabeza y luego grité de dolor, Me dolía todo al moverme, Tenía demasiado poder de la línea luminosa dentro de mí. Me sentía como si se hubiese instalado en mis músculos y al utilizarlos extrajese la energía.
—?Ay! —jadeé, consciente de que había algo al final del vestíbulo que se estaba poniendo de pie. Pero al menos ahora sabía que no estaba en mi cabeza. Me latía el corazón, y eso también dolía. Dios mío, nunca había tenido tanto poder. Y olía fatal. Apestaba a ámbar quemado. ?Qué demonios estaba pasando?
Dolorida pero con determinación, apreté el círculo de protección en mi mente hasta que la energía volvió a pasar por mi chi hasta la línea luminosa. Dolía tanto como recibirla. Pero cuando destejí el siempre jamás de mis pensamientos para dejar solo lo que mi chi pudiese soportar, levanté la mirada y miré a través de mi pelo enmara?ado mientras jadeaba.
Oh, Dios. Era Newt.
—?Qué estás haciendo aquí? —dije, sintiéndome cubierta de siempre jamás. El poderoso demonio parecía confuso, pero yo todavía estaba demasiado fuera de todo como para apreciar su expresión de perplejidad: o bien era un adolescente barbilampi?o o una mujer con los rasgos muy marcados. Era de constitución delgada y estaba de pie, descalzo en mi vestíbulo, entre la cocina y la sala de estar. Yo entrecerré los ojos y volví a mirar; sí, esta vez el demonio estaba de pie, no flotando, con sus largos y huesudos pies posados sobre las planchas del suelo. Entonces me pregunté cómo había conseguido Newt atacarme estando sobre suelo sagrado. Pero la extensión de la iglesia, donde estaba ahora, no estaba consagrada. Parecía desconcertado y llevaba una túnica roja que parecía una mezcla entre un kimono y lo que Lawrence de Arabia debía de ponerse en su tiempo libre.
La energía negra de la línea luminosa formó un borrón y de él surgió un báculo delgado de obsidiana en la mano de Newt, completando así la visión que recordaba de cuando había estado atrapada en siempre jamás y había tenido que comprarle un billete de vuelta a Newt. Los ojos del demonio estaban totalmente negros, incluso la parte que debería ser blanca, pero estaban más vivos que ningunos que jamás hubiese visto y me miraban sin parpadear desde los seis metros que nos separaban; seis metros de nada y una franja de suelo consagrado. Al menos, esperaba que siguiese estando consagrado.
—?Cómo has aprendido a hacer eso? —dijo, y me quedé de piedra al escuchar su extra?o acento y aquellas vocales que parecían clavarse en los pliegues de mi cerebro.
—Al —susurré, y el demonio levantó sus casi inexistentes cejas. Yo estaba apoyada contra la pared y no le quité los ojos de encima mientras me deslizaba por ella hasta ponerme de pie. No era mi intención empezar el día así. A juzgar por la luz, solo llevaba una hora dormida.
—Pero ?qué te pasa? ?No puedes aparecerte así sin más! —exclamé, intentando quemar algo de adrenalina mientras permanecía de pie en el vestíbulo con la minúscula camiseta y el pantalón corto que me ponía para dormir—. ?No te ha invocado nadie! Y ?cómo has podido tocar suelo sagrado? Los demonios no pueden tocar suelo sagrado. Está en todos los libros.