El libro del cementerio

—Y hay otro merodeando por los alrededores de la iglesia —a?adió Tom Sands—. Es el mismo que ha estado viniendo a diario estos días por el cementerio. Pero hay algo diferente en él.

 

—Vigila al tipo que está con el se?or Carstairs —le indicó Nad—. Y dile a éste que lo siento muchísimo, por favor…

 

Se agachó para no darse con la rama de un pino, y corrió hacia la colina por los senderos cuando podía, y si no, saltando de lápida en lápida.

 

Pasó por delante del viejo manzano.

 

—Todavía quedan cuatro —dijo una voz femenina—, y los cuatro son asesinos. Y no creo que ninguno de ellos vaya a saltar dentro de una profunda fosa para hacerte un favor.

 

—Hola, Liza. Creí que estabas enfadada conmigo.

 

—Puede que sí y puede que no. Pero no pienso dejar que te den matarile, de eso ni hablar.

 

—Entonces, pónselo difícil, confúndelos y haz que se desplacen más despacio. ?Eres capaz de hacerlo?

 

—?Para que huyas otra vez? Vamos a ver, Nadie Owens, ?por qué no te limitas a desaparecer y te escondes en la preciosa tumba de tu mamaíta? Allí no te encontrarán nunca, y Silas no tardará en llegar. él se encargará de ellos…

 

—Tal vez vuelva o tal vez no —replicó Nad—. Reúnete conmigo junto al árbol partido por el rayo.

 

—Todavía sigo sin hablarte —le advirtió la voz de Liza, más digna que un pavo real.

 

—Pues ahora lo estás haciendo. Quiero decir, que en este momento estás hablando conmigo.

 

—Sólo porque se trata de una emergencia. Después no pienso dirigirte la palabra.

 

Nad corrió hacia el haya que un rayo carbonizó veinte a?os atrás, dejando únicamente un tronco negro y muerto con algunas ramas apuntando al cielo como si fueran garras.

 

Se le había ocurrido una idea, aunque todavía no estaba del todo redondeada. El éxito del plan dependía de que hubiera aprendido bien las lecciones que le ense?ó la se?orita Lupescu, y recordara con precisión todo cuanto vio y escuchó siendo ni?o.

 

Hallar la tumba le resultó más difícil de lo que esperaba, pero finalmente la encontró: una tumba fea e inclinada, exhibiendo la estatua de un ángel sin cabeza cubierto de líquenes, con el aspecto de un enorme y repulsivo hongo sobre la lápida. Pero no estuvo del todo seguro hasta que la tocó y sintió aquel frío glacial tan característico.

 

Se sentó en la lápida y se esforzó en volverse completamente visible.

 

—No has desaparecido —dijo la voz de Liza—. Cualquiera podría verte.

 

—De eso se trata. Quiero que me encuentren.

 

—Como un cordero camino del matadero —sentenció Liza.

 

Estaba saliendo la luna. Aún estaba baja en el cielo y parecía gigantesca. Nad se preguntaba si ponerse a silbar sería un poco excesivo.

 

—?Ya viene!

 

Un hombre corría hacia él, dando traspiés y saltando, y dos más iban pisándole los talones.

 

Nad era consciente de que los muertos los rodeaban por todas partes y observaban atentamente la escena, pero hizo un esfuerzo por ignorarlos. Así pues, se arrellanó sobre la espantosa tumba; se sentía como un cebo viviente, y no era una sensación nada agradable.

 

El tipo más fuerte fue el primero en llegar a la tumba, pero el hombre del cabello plateado y el vikingo llegaron casi inmediatamente después.

 

Nad no se movió de donde estaba.

 

—?Ah, tú debes de ser el escurridizo benjamín de los Dorian! —dijo el hombre del cabello plateado—. Asombroso. Nuestro querido Jack Frost removiendo Roma con Santiago para encontrarte, y resulta que estabas aquí, exactamente en el mismo lugar donde te dejó hace trece a?os.

 

—Ese hombre mató a mi familia —dijo Nad.

 

—En efecto, él los mató.

 

—?Por qué?

 

—?Y eso qué importa? Nunca podrás contárselo a nadie.

 

—Entonces, ?qué más le da contármelo?

 

El hombre del cabello plateado soltó una carcajada.

 

—?Ja, ja! Qué chico tan gracioso. Lo que a mí me gustaría saber es: ?cómo es posible que hayas vivido trece a?os en un cementerio sin que nadie se haya enterado?

 

—Contestaré a su pregunta si usted responde a la mía.

 

—?No vuelvas a hablarle así al se?or Dandy, mocoso! —le dijo el más fuerte—. O te romperé la cara…

 

El hombre del cabello plateado se acercó un paso más a la tumba.

 

—Cierra el pico, Jack Tar. Está bien. Una respuesta a cambio de otra respuesta. Nosotros, mis amigos y yo, pertenecemos a una hermandad conocida como el gremio de los Jack, o los Truhanes; se nos conoce por diversos nombres. Es una hermandad muy antigua. Nosotros sabemos… recordamos ciertas cosas que la mayor parte de la gente han olvidado ya. El Primitivo Saber, ?te das cuenta? Magia.

 

—Saben ustedes algo de magia —dijo Nad.

 

—Sí, si quieres llamarlo así. Pero se trata de una clase de magia muy particular, una que proviene de la muerte: algo abandona este mundo y algo nuevo llega para reemplazarlo.

 

Neil Gaiman's books