El Código Enigma

—Bien, por el amor de Dios —dice Avi—, si te encuentras con el Dentista ma?ana, no digas nada sobre el trabajo. Que sea sólo una charla social.

 

—Muy bien —dice Randy, y se sube la cremallera. Pero en lo que realmente piensa es: ?por qué malgasté todos esos a?os en el mundo académico cuando podía haber estado haciendo mierda genial como ésta Que luego le recuerda algo:

 

—Oh, sí. Recibí un correo extra?o.

 

Avi dice inmediatamente:

 

—?De Andy?

 

—?Cómo lo has adivinado?

 

—Has dicho que era extra?o. ?Realmente has recibido un correo suyo?

 

—Realmente no sé de quién era. Probablemente no sea de Andy. No era extra?o en ese sentido.

 

—?Respondiste?

 

—No. Pero sí lo hizo [email protected].

 

—?Quién es ese? Siblings.net era el sistema que solías administrar, ?no?

 

—Sí. Sigo conservando algunos privilegios. Creé una nueva cuenta, con el nombre enano, con la que no se me puede relacionar. Le envíe un correo anónimo al tipo diciéndole que hasta que él me demuestre lo contrario, asumo que es un antiguo enemigo mío.

 

—O uno nuevo.

 

 

 

 

 

Cabeza de lanza

 

 

 

 

El joven Lawrence Pritchard Waterhouse, de visita a sus padres en Dakota, sigue a un arado por el campo. La hoja hundida del arado saca la tierra negra de los surcos y la apila en crestas, bastas y desordenadas cuando se las mira desde cerca pero, cuando se las ve desde la distancia, están matemáticamente tan bien definidas y rectas como los surcos de un disco de fonógrafo. Un peque?o objeto en forma de tabla de surf sobresale proyectado de la cresta de una de esas olas de tierra. El joven Waterhouse se inclina y lo recoge. Es una punta de flecha india cuidadosamente tallada en pedernal.

 

El U—553 es una lanza de acero negro clavada en el aire a como unas diez millas al norte de Qwghlm. Las grandes olas grises lo elevan y lo dejan caer, pero aparte de eso, no se mueve; está varado en un saliente sumergido conocido para los habitantes de la zona como el arrecife de César, o la Pena de los Vikingos o el Martillo Holandés.

 

En la pradera, esas puntas de flecha de pedernal se pueden encontrar incrustadas en todo tipo de estructura natural: tierra, césped, el lodo de un río, el tronco de un árbol. Waterhouse tiene talento para encontrarlas. ?Cómo puede recorrer un campo que, debido al retroceso del último glaciar, se halla salpicado de incontables piedras y encontrar las puntas de flechas? ?Por qué el ojo humano puede detectar una peque?a forma artificial perdida en el cosmos rasgado y turbulento de la naturaleza, un aguja de datos en un pajar de ruido? Es una conexión súbita como un destello entre mentes, o eso supone. Las puntas de flechas son objetos humanos separados de la humanidad, sus partes orgánicas han perecido, pero las formas minerales permanecen; cristales de intención. No es la forma sino la intención latente lo que exige la atención de una mente egoísta. Funcionó para el joven Waterhouse buscando puntas de flechas. Funcionó para los pilotos de los aeroplanos que esta ma?ana acosaron al U—553. Funciona para los oyentes del Beobachtimg Dienst, que han entrenado sus oídos para escuchar lo que dicen Churchill y FDR mediante lo que se supone que son teléfonos cifrados. Pero no funciona muy bien con la criptografía. Lo que es una lástima para todos menos para los británicos y americanos, que han inventado sistemas matemáticos para descubrir puntas de flechas entre los guijarros.

 

El arrecife de César abrió la parte inferior de la proa del U—553 mientras inclinaba todo el submarino y lo sacaba casi por completo del agua. El empuje casi lo impulsó por encima del montículo, pero quedó colgando en medio, varado, como un balancín golpeado por las olas. Ahora tiene la popa casi toda llena de agua, por lo que es la proa la que se proyecta sobre las crestas de los mares. Ha sido abandonado por la tripulación, lo que significa que según las tradiciones marítimas, es de quien lo encuentre. La Marina Real ha llamado a los científicos. Una pantalla de destructores patrulla la zona, para evitar que algún submarino hermano llegue a escondidas y torpedee los restos.

 

Waterhouse ha sido llamado al castillo con indecorosa rapidez. La oscuridad cae como un telón de plomo, y las jaurías de lobos cazan en la noche. Se encuentra en el puente de una corbeta, un diminuto barco de escolta que, en cualquier circunstancia, tiene exactamente la hidrodinámica de una lata vacía de aceite. Si baja, no dejará de vomitar, así que permanece en cubierta, con los pies bien firmes, las rodillas dobladas, sujetándose a la baranda.com ambas manos, viendo cómo se acercan los restos. El número 553 ha sido pintado en la torrecilla, bajo el dibujo de un oso polar levantando una jarra de cerveza.

 

—Interesante —le dice al coronel Chattan—. Cinco-cinco-tres es el producto de dos primos… siete y setenta y nueve.

 

Chattan se las arregla para emitir una sonrisa apreciativa, pero Waterhouse sabe perfectamente que no es más que una muestra espectacular de buena educación.

 

Mientras tanto, el resto del Destacamento 2702 está llegando. Acaban de terminar la exitosa misión de atravesar Noruega y se encontraban de camino a su nueva base de operaciones en Qwghlm cuando recibieron la noticia de que el U—553 había encallado. Se encontraron con Waterhouse allí mismo, en el barco —no han tenido muchas oportunidades de sentarse, y menos de deshacer el equipaje. Waterhouse les ha dicho muchas veces lo mucho que les va a gustar Qwghlm y se le han acabado las cosas que decir— la tripulación de la corbeta no es Ultra Mega, y no hay nada que Waterhouse pudiese concebiblemente decir a Chattan y a los otros que no esté clasificado como nivel Ultra Mega. Así que lo intenta hablando de números primos.

 

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