Divisamos docenas de carpas blancas ya desde lo lejos, antes de que nos aproximásemos a una de las varias entradas distribuidas por las hectáreas del prado. Esperamos en aquella puerta porque Leah había quedado allí con Blair después de que la amenazase con unirme a ellas.
??Qué dices? ?Venir con nosotras??, había preguntado alucinada.
?Sí, a menos que hagas cosas normales, te vayas a pasar un rato con tus amigos y dejes que yo haga lo mismo con los míos. O si lo prefieres y no te incomoda, me uno a vosotras, veo cómo os hacéis trencitas en el pelo e intercambiamos pulseras de colores de la amistad. Tú eliges. Hay dos opciones. A mí me sirve cualquiera, pienso emborracharme igual.?
??Tengo permiso para hacer eso mismo??
?Claro que no. Ni una gota de alcohol.?
?Está bien, llamaré a Blair, tranquilo.?
No respiré aliviado hasta que vi aparecer a su amiga caminando sonriente hacia nosotros. La saludé distraído, pensando ya en las ganas que tenía de tomarme una cerveza, escuchar música, relajarme y hablar de cualquier cosa fácil que no implicase tensión ni ir con pies de plomo como si caminase por un campo lleno de minas.
—Recuerda estar pendiente del teléfono —le dije.
—Vale, pero no…, no tardes mucho. —Me miró suplicante y estuve a punto de echarme atrás, sacarla de allí y llevármela a casa, a la seguridad de esas cuatro paredes en las que parecía sentirse cómoda.
Pero luego recordé el brillo que nacía en sus ojos cuando rompía esa capa con la que se protegía y decidí seguir adelante.
—Luego te llamo. Disfruta, Leah. Pásatelo bien.
Me interné en el recinto sin mirar atrás. Como todos los a?os, el festival estaba lleno de gente y tardé un rato en encontrar a mis amigos cerca de una de las muchas casetas en las que servían comida y bebida.
Saludé a Jake y a Gavin dándoles una palmada en la espalda y me pedí una cerveza. A esas horas, varios grupos ya estaban tocando. Tom apareció unos minutos después, ya un poco tocado.
—Hacía semanas que no se te veía el pelo.
—Ya sabes, vivo con una adolescente a tiempo completo.
—?Dónde la has dejado? —Tom miró alrededor.
—Está con sus amigas. Ponme al corriente de todo.
Nos conocíamos desde el instituto, pero nunca habíamos llegado a tener una relación profunda; si me pedían un favor, lo hacía, y tanto Oliver como yo habíamos salido con ellos durante a?os, antes de irnos y después de regresar a Byron Bay, ya fuese por las noches o para pasar un rato entre las olas. Todas mis amistades, excepto la de Oliver, habían sido siempre un poco así: superficiales, sencillas, con esa sensación de que nunca traspasarían el límite marcado desde el principio. Pero a mí me bastaba.
—Pensaba que no vendrías. —Madison apareció más tarde, cuando ya llevábamos allí un par de horas y yo empezaba a preocuparme por Leah lo suficiente como para estar a punto de enviarle un mensaje para asegurarme de que todo iba bien.
Sacudí la cabeza, no era propio de mí estar tenso, intranquilo.
—?Cómo van las cosas?
—Bien, Tom ya está borracho.
Me agaché cuando ella se puso de puntillas para darme un beso en la mejilla y, en cuanto quiso acercarse a uno de los escenarios, la seguí sin dudar. La música envolvía el ambiente y la gente se movía al son de la melodía. Bailé con ella y sentí que eso era todo lo que necesitaba. La vida que conocía; tan fácil y despreocupada, sin nada que me perturbase demasiado. Cogí su mano y le sonreí antes de darle una vuelta completa.
Madison tropezó con sus propios pies y estuvo a punto de caer, pero la cogí al vuelo y los dos terminamos riéndonos a carcajadas bajo el cielo oscuro de la noche cerrada. Y entonces noté la vibración del móvil.
La solté y me alejé de la música.
—?Axel? ?Puedes oírme? ?Axel?
—Te escucho. ?Eres tú, Blair?
—Sí. Necesito tu ayuda… —No entendí sus siguientes palabras—. Y
no la encuentro… Estamos cerca del segundo escenario, en la caseta de comida, y yo… no sabía qué hacer…
—No te muevas, voy hacia allí.
Corrí hacia el otro extremo del festival con el corazón en la garganta.
Porque solo de pensar que le hubiese ocurrido algo…
Encontré a Blair en la zona que me había indicado.
—?Dónde está Leah?
—No lo sé. Hemos estado toda la noche bien, se estaba divirtiendo, parecía… la de antes, pero se ha ido con un chico del grupo y hace más de media hora que no la veo. Se ha dejado el bolso y estaba preocupada por ella, no sabía qué hacer…
—Quédate aquí, voy a intentar encontrarla.
Rodeé el escenario tratando de distinguirla entre la multitud que bebía, reía y saltaba al son de la música, pero parecía imposible que pudiese dar con ella en medio de tanta gente. Dejé atrás caras desconocidas y docenas de chicas rubias de cabello largo que no eran ella; recorrí toda la zona, agitado y con los nervios a flor de piel. Ya estaba planteándome qué opciones tenía, si poner un puto cartel con su cara en cada farola o prepararme el discurso para contarle a Oliver que había perdido a su hermana como quien pierde una pieza del Lego, cuando la encontré.
Tomé una brusca bocanada de aire mientras caminaba hacia ella. No veía nada más. Solo la mano del chico debajo de su camiseta, acariciándole la espalda, y a ella con los ojos cerrados, casi en trance, sin reaccionar cuando él le dio un beso en los labios y se pegó más a su cuerpo, bailando al ritmo de la canción lenta que sonaba, meciéndose bajo los focos y las luces como una marioneta que se deja llevar.
—Aléjate de ella —gru?í.
El chico la soltó y Leah me miró con los ojos entrecerrados y brillantes. No solo había bebido, sino que también se había tirado encima algún cubata porque olía a ron y llevaba la camiseta empapada. La cogí de la mano y la arrastré a mi paso, que no era lento, ignorando sus protestas. O
balbuceos. Lo que fuese.
Conseguimos salir de allí y alejarnos de la multitud.