Ciudades de humo (Fuego #1)

—Y tú... —Se interrumpió a sí mismo al ver que todo el mundo los estaba mirando—. ?Alguien más quiere una sanción o qué?

Todo el mundo se apresuró a volver a su cama. La habitación se quedó tan en silencio que Alice sintió como si estuviera sola con Rhett. Todavía no se había movido, y le entraron ganas de arrastrarse hasta su litera cuando vio que él la volvía a mirar.

—?Piensas quedarte ahí mirándome todo el día, principiante?

Alice tuvo el impulso de decir que no era una principiante, pero se limitó a dirigirse a su cama en silencio, tensa. Seguía notando sus ojos clavados en ella.

Y, cuando él se volvió para marcharse, dijo sin pensar:

—?Puedo hablar contigo?

él se quedó de pie un momento, tenso, y Alice volvió a tener la sensación de que todo el mundo la miraba. Pero se mantuvo firme.

Tras lo que pareció una eternidad, Rhett la miró por encima del hombro y asintió una sola vez con la cabeza, saliendo de la habitación sin esperarla.

Alice soltó un suspiro de alivio, se apresuró a ir tras él y lo alcanzó mientras bajaba la escalera.

—?Vas a...? —intentó preguntar Alice.

—Aquí no —le dijo Rhett secamente.

Ella se calló enseguida y bajó la escalera siguiéndolo. Kenneth estaba fuera del edificio de los guardianes, esperando de brazos cruzados. Frunció el ce?o al verlos llegar.

—Vete al despacho de Max —le volvió a decir Rhett sin detenerse, por lo que los dos tuvieron que apresurarse a seguirlo para escucharlo—. Dile que enseguida iré yo a explicarle lo que ha pasado.

—Pero...

—Creo —Rhett se detuvo y lo miró— que he dicho que fueras al despacho de Max.

Kenneth apretó los labios y se marchó, furioso. Rhett, por su parte, siguió andando y solo se detuvo al llegar al hospital. Tina estaba en bata de trabajo, transportando una bandeja con tubos y líquidos de colores. Pareció sorprendida al verlos llegar.

—Ahora no —le dijo Rhett cuando intentó preguntar algo, y siguió andando.

Tina miró a Alice, interrogativa, pero la muchacha no supo qué decir y solo se encogió de hombros. Rhett no se detuvo hasta que llegó a una de las puertas traseras de la sala. Entró en ella y cerró bruscamente cuando Alice se metió tras él.

Era una estancia cuadrada, minúscula, con dos contenedores cerrados. él abrió uno, sacó una bolsa de hielo y se la lanzó a Alice, que la atrapó al vuelo y se la puso bajo el ojo izquierdo, dolorida.

Durante unos segundos, solo hubo un silencio muy tenso y muy incómodo. Al menos para ella, que tenía la cabeza baja, como una ni?a peque?a que había sido pillada haciendo una travesura.

Aunque casi prefirió el silencio a la mirada ardiente —en el peor de los sentidos— que le clavó Rhett al dar un paso hacia ella.

—?Se puede saber...? —él hizo una pausa, cerrando los ojos—. ?En qué demonios pensabas?

—Yo...

—No, mejor no respondas —la cortó él furioso—. Está claro que no pensabas.

—Rhett, no ha sido...

—No ha sido culpa tuya, ?no? Hasta donde yo sé, una pelea es entre dos personas, y ese chico estaba en el suelo cuando he entrado.

—?él me ha golpeado primero!

—?Estabas encima de él, Alice! ?Y si hubiera entrado Max y no yo?

—Pero... ?se lo merecía!

—?No me importa que se lo mereciera, no puedes meterte en peleas ahora! ?No lo entiendes? Estás en el punto de mira de Max, si haces una tontería, no dudará en echarte.

—?Y qué? —Alice negó con la cabeza, sin pensar lo que decía—. Tampoco soy muy útil aquí.

—Entonces, ?qué harás? ?Te meterás en peleas hasta que te echen? ?Ese es el plan?

—?Se te ocurre algo mejor?

—Sí. Compórtate como una adulta y no te busques conflictos que no necesitas ahora mismo.

—Ya empezamos...

Rhett entrecerró los ojos.

—?Como que ?ya empezamos??

—?Puedes dejar de hablarme como si fueras mi padre? Si quiero meterme en peleas, lo haré. No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer y lo que no. Ni siquiera sé qué hacías en nuestra habitación.

Hubo un instante de silencio en el que vio que la expresión de él se endurecía, pero Alice se obligó a sí misma a no decir nada.

—?Te crees que te lo estoy diciendo para molestar? —preguntó él en voz baja.

—No sé, quizá.

—Lo hago porque...

—?Por qué? —insistió Alice al ver que no decía nada más.

Sabía que lo que siguiera a esa frase le gustaría, y realmente necesitaba que alguien le dijera algo agradable. Especialmente Rhett.

Pero él solo apartó la mirada, incómodo.

—Por nada. Tienes razón. Haz lo que quieras.

Pasó por su lado y salió de la habitación sin pronunciar palabra. Alice soltó un resoplido y se apresuró a seguirlo, sin importarle que Tina, junto a la puerta, se quedara mirándolos.

—Espera... —Alice consiguió colocarse delante de él y detenerlo—. Lo siento, no quería decir eso. Bueno, sí que quería, pero no así.

Rhett se detuvo en seco, mirándola.

—?No ves que es para que no te echen?

—Pero ?no puedes controlar mi vida!

De nuevo, se quedaron mirándose el uno al otro unos segundos. Esta vez fue Rhett quien interrumpió el silencio, se?alando la bolsa que tenía ella en la mano.

—No te he dado el hielo para que no lo uses —le dijo, recuperando un tono menos furioso.

Alice se lo volvió a poner en la cara, incómoda.

—?Vas a llevarme al despacho de Max? —preguntó al cabo de unos segundos.

—No —le aseguró Rhett, negando con la cabeza.

—?Y Kenneth?

—Más le vale estar ya con él cuando llegue.

—?Le romperás otra vez la nariz si no? —bromeó ella en voz baja.

Por primera vez, pareció que él estaba a punto de sonreír, pero dejó de hacerlo enseguida, volviendo a la mirada severa.

—Sé que no soy nadie para obligarte a hacer esto, pero... no te metas en peleas. Ni en discusiones. Ni en nada. No lo hagas, Alice.

—Pero...

—No —la detuvo—. Si Max se entera...

Joana Marcus's books