—?No los has vuelto a ver?
—Ojalá... —La sonrisa de Shana se desvaneció—. El día de las bombas estaba durmiendo en casa de una amiga. Ya no pude volver. No me dejaron pasar. Dijeron que la zona estaba siendo desocupada. Los busqué durante un tiempo, pero, bueno, teniendo en cuenta dónde explotaron las bombas, dudo que sobrevivieran.
Alice no supo qué hacer cuando Shana agachó la cabeza, visiblemente entristecida, así que le apretó un poco el hombro con la mano.
—Lo siento mucho.
—Yo también. —Shana siguió sentada a su lado un momento, para después incorporarse, suspirando—. Supongo que no eres consciente de que has sido feliz hasta que dejas de serlo.
Las dos se quedaron en silencio. Alice la observó, esperando que se marchara para poder vestirse. Shana respiró hondo y sonrió un poco.
—?No vas a vestirte? Podrías resfriarte. Y no creas que eso serviría de excusa para no ir a las clases de Deane. Ya lo intenté una vez y me obligó a recorrer el circuito dos veces más.
Alice no supo muy bien cómo tomarse el cambio de humor de Shana, así que esperó a que se metiera en la ducha para quitarse la toalla y empezar a vestirse rápidamente. No podía olvidar que, después de todo, nadie podía ver su estómago bajo ninguna circunstancia.
Y, precisamente mientras pensaba eso y agarraba la camiseta, Shana abrió un poco la cortina, asomando la cabeza.
Pareció que iba a preguntar algo, pero se quedó de piedra al ver un enorme número en el estómago de Alice.
Ay, no.
Durante unos segundos, ninguna dijo nada. Alice se quedó helada, mirándola, incapaz de moverse o reaccionar.
Entonces, agarró su camiseta y se la pasó por la cabeza a toda velocidad, cubriendo el número. Shana tenía la boca abierta, pero no dijo nada. Seguía mirando la zona del número, ahora oculta por la camiseta. Alice notó que le temblaban las manos y las levantó, casi en se?al de rendición.
—Puedo... p-puedo explicar...
—?Eres...? —Shana no fue capaz de terminar la frase, se quedó muda de nuevo.
Alice no estaba segura de si esa mirada era de terror o de sorpresa.
—Es solo un tatuaje —aseguró torpemente.
—?Un...? Eso no es solo un tatuaje. —Shana salió de la ducha envolviéndose con su toalla y se acercó a ella para asegurarse de que nadie las oía—. ?Eres... una de esas... cosas?
Alice no supo qué decir. Le temblaba todo el cuerpo.
?Y ahora qué? ?Y si se lo decía a Max? ?Y si la echaban?
Ay, no, iban a echarla.
Notó que su corazón se aceleraba por el terror e intentó formular alguna frase que la salvara de su destino, pero no era capaz de encontrar ninguna.
—Yo... —Empezó a temblar de pies a cabeza.
—?Te crees que soy tonta? ?Eres una de ellos!
—Escucha, Shana —se apresuró a decir—. Sí, soy una de ellos, pero...
—?Nos has enga?ado a todos!
—?No pretendía enga?ar a nadie!
—?Bueno, pues lo has hecho! —La chica dio un paso hacia atrás, como si, de pronto, Alice fuera capaz de hacerle da?o—. Debería decírselo a un guardián. Es lo que hay que hacer.
—Shana... —Alice trató de que su voz no sonara desesperada, pero no lo consiguió—, si haces eso... m-me... me matarán y...
—No es mi problema —aseguró la otra, levantando las manos—. Eres un peligro para nosotros.
—?De verdad? ?Te parezco un peligro?
Shana se quedó un momento en silencio, mirándola. Parecía estar teniendo un debate interno.
—Sé que lo que os han dicho de los androides es horrible, pero no es cierto —a?adió Alice en voz baja, desesperada—. No somos máquinas de matar, ni copias de vosotros a las que envían para haceros da?o o para espiar; de hecho, yo ni siquiera sabía dar un pu?etazo antes de llegar aquí. No soy peligrosa, Shana. Has estado conmigo durante semanas. Somos... amigas, ?no? Eso no tiene por qué cambiar. No pretendía enga?arte. Tienes que creerme. Por favor.
Alice intentó acercarse a ella, pero Shana volvió a retroceder. Estaba pálida.
Lo peor de todo era no poder negar todas las mentiras que decían sobre ellos por el miedo a ser descubierta, tener que soportarlo en silencio. Ahora, por fin, podía aclarárselo a alguien.
—Por favor, tú me conoces —insistió Alice en voz baja—. Olvídate por un momento de lo que soy. Me conoces, Shana. Sabes que no haría da?o a nadie.
Ella seguía sin decir nada, dudando.
—No puedo contarte nada más, pero necesito que me creas. Y que no se lo digas a nadie. Me matarán si lo haces. Por favor, no me delates.
Shana se quedó en silencio. Pareció pasar una eternidad antes de que, por fin, dijera algo.
—Está bien —susurró.
Alice sintió que el mundo volvía a girar y soltó todo el aire que estaba reteniendo.
—Gracias —murmuró.
—No diré nada —Shana la miró—, pero vas a tener que explicarme todo esto más a fondo.
—Lo haré, te lo prometo.
—Y no... —Shana apartó la mirada—. No te acerques más a mí.
Alice tuvo que admitir que eso le dolió.
?Dónde había quedado la conversación de antes? ?Ya no significaba nada? ?Todo se quedaba en palabrería solo por ser lo que era?
Pero no estaba en posición de sentirse dolida, así que se limitó a asentir con la cabeza.
—Está bien —aceptó en voz baja.
—Ahora... vete. Aléjate de mí. Y de Tom.
Alice intentó que el dolor que estaba sintiendo no se reflejara en su expresión cuando se apresuró a ponerse los pantalones y los zapatos antes de salir a toda prisa del cuarto de ba?o.
Todavía estaba tensa cuando llegó al hospital, donde Tina estaba hablando tranquilamente con Rhett y Jake. Este último estaba sujetando una bolsa de hielo contra su rodilla.
Alice había estado intentando respirar hondo durante todo el camino para que no le vieran la cara de espanto, pero no había servido de nada. Seguía sintiéndose como si Shana le hubiera dado una patada en el estómago.
Todavía no se había recuperado cuando llegó hasta ellos. Rhett fue el primero en verla. La recorrió con los ojos, frunciendo un poco el ce?o.