Alice aprovechó el momento para escabullirse junto a Tom, que se había cruzado de brazos. En realidad, él la solía defender en casos como ese. Igual que Shana. Y ambos solían ponerse de parte de Alice cuando Deane empezaba a gritarle, cosa que ayudaba bastante a que la pobre chica no se desmoronara. Eran buenos amigos.
—Te ha dejado claro que no quiere nada contigo —intentó explicarle Tom pacíficamente.
—A mí no me ha dicho nada de eso.
—?Cómo que no? —preguntó Alice incrédula—. ?Llevo un rato diciéndote que no quiero hacer nada contigo esta noche!
—?Pero que no quieras nada conmigo esta noche no quiere decir que no lo quieras nunca!
—?No lo quiero nunca! —insistió ella.
—Eso dices —Kenneth la se?aló con una sonrisita—, pero tus ojos me transmiten otra cosa.
—Sí, que te vayas a la mierda —sugirió Tom.
—Tú no te metas en esto. No eres su padre.
Tom, al ver que no iba a ser tan fácil que la dejara en paz, miró a Alice y le se?aló el cuarto de ba?o.
—Ve a ducharte, yo me quedo hablando con nuestro buen amigo.
Alice le dedicó una sonrisa de agradecimiento antes de escabullirse rápidamente a su litera, donde cogió su toalla y la ropa limpia. Al entrar en el cuarto de ba?o, dejó sus cosas en uno de los bancos y comprobó las duchas. No parecía haber nadie allí dentro. No, no había nadie. Aunque no fuera su horario habitual, podía ducharse sin miedo.
Se desvistió rápidamente y se metió en una de las cabinas. El agua no salía demasiado caliente, pero era más que suficiente para ella, que estaba acostumbrada al agua gélida de los ba?os de los principiantes.
Se pasó un rato bajo el chorro tibio, quitándose el barro que, por mucho que limpiara cada día, parecía ser perenne, y se fijó en que su cuerpo parecía más tonificado, más delgado y fuerte. De hecho, su abdomen estaba algo duro. Lo recordaba más blandito. Sonrió un poco, pero la sonrisa se fue cuando siguió su inspección y vio la cicatriz del brazo.
No se veía mucho, pero recordaba lo mucho que había insistido su padre en que su piel fuera perfecta. Bueno, en que ella entera fuera perfecta. Si viera aquello, no estaba muy segura de cómo reaccionaría.
Al pensar en el padre John, pasó un dedo sobre el 4 del 43, y le vino el recuerdo de la última conversación que había tenido con él. ?Por qué sabía lo que iba a suceder? ?Por qué no se había escapado él también? Si lo hubiera hecho, quizá ahora no estaría...
Notó que le empezaban a escocer los ojos cuando recordó a su padre sonriendo, caminando por su despacho, haciéndole análisis, preguntándole cómo estaba, paseando con ella por los jardines de la zona, cosa que sabía que Alice adoraba aunque técnicamente no estuviera permitido. Lo echaba de menos.
?Qué diría si la viese ahora? ?Qué habría hecho de haber estado en su lugar? ?Estaría orgulloso de ella? ?Habría preferido que se alejara de los humanos?
Le había dicho que se marchara de su antigua zona, pero ?se refería a esto? él no quería que estuviera con los rebeldes porque eran peligrosos, pero ?realmente lo eran? No se habían portado mal con ella. De hecho, la habían protegido de Giulia. Alice recordó el momento en que había querido escapar, todo el tiempo que había pensado en huir. Ahora, la perspectiva de marcharse la aterraba.
No quería alejarse de Jake, Trisha, Dean, Saud, Tina o Rhett.
Era como si hubiera perdido a su familia y el universo, de alguna forma, le hubiera dado otra. No iba a renunciar a ella. No quería abandonarlos.
Pero si se quedaba y la descubrían, podría perderlos igualmente.
Apoyó la frente en la pared de la ducha y cerró el agua. Las últimas gotas se deslizaron por sus mejillas como lágrimas, pero no lloró. En su zona les habían ense?ado que era un gesto demasiado humano, así que no era algo común en ella. De hecho, no recordaba haber llorado jamás.
—?Alice? ?Eres tú?
Ay, no.
Era la voz de Shana.
Alice se dio cuenta de que, ahora que el agua no repiqueteaba contra el suelo, podía escuchar sus pasos acercándose. Se apresuró a agarrar la toalla y a rodear su cuerpo con ella, tapando el número.
—Sí, soy yo, ?qué pasa? —Alice descorrió la cortina y miró a su amiga.
Shana iba todavía vestida, lo que significaba que acababa de llegar. La estaba observando con expresión extra?a.
—?Estás bien? Kenneth te ha molestado, ?no? Tom me lo ha contado.
—No más que de costumbre.
Shana frunció un poco el ce?o, poco convencida.
—Pareces... triste. ?Te ha hecho algo malo? Puedes contármelo.
—Estoy bien, en serio. No te preocupes.
Alice pasó por su lado, se sentó en el banco y se centró en doblar la ropa que iba a ponerse —más que nada para tener las manos ocupadas y hacer tiempo antes de que Shana la dejara sola—. Pero esta se sentó a su lado, mirándola.
—Mira, si no quieres, no tienes por qué hablar conmigo, pero a veces está bien desahogarte con alguien.
—Es que... —?Qué podía decirle de todo lo que estaba pensando sin revelar nada?—. No lo sé. Simplemente, me he sentido un poco... confusa.
—Te entiendo mejor de lo que crees. A veces, estar aquí es como vivir en una burbuja desde la que no puedes ver lo que pasa fuera.
—Sí. —Alice asintió con la cabeza, sonriendo sin ganas.
Lo había definido casi a la perfección. Miró a Shana detenidamente. Era una buena chica. La consideraba de confianza. Esta le devolvió la mirada y pareció algo compasiva.
—?Echas de menos a tu familia?
Pensó en el padre John. Sí, era lo más cercano a una familia que había tenido jamás. Siempre la había tratado como si fuera su hija y no su creación. Era lo más humano que había conocido fuera de Ciudad Central.
—Mucho —murmuró.
—Yo echo de menos a mis hermanos. Muchísimo. A veces tanto que duele.
Silencio.
—Y pensar que siempre nos llevamos fatal... —murmuró con una sonrisa triste.
—?Ah, sí? —Por algún motivo, escuchar los problemas de otra persona pareció aliviar a Alice.
—Sí, de hecho, apenas hablábamos entre nosotros. éramos cuatro, y yo era la única chica. Siempre estábamos discutiendo, pero, al final, siempre me defendían de los demás. Los de mi pueblo eran un poco... imbéciles.
Alice sonrió cuando ella lo hizo también.