El aura del demonio era un manto blanco empapado de ácido que me asfixiaba. Me envolvía por dentro y por fuera, y mi fuerza era acorralada por su poder. Exprimía mi voluntad hasta aniquilarla. Sentí latir mi corazón una vez, y luego otra. Tomé aliento temblorosamente, resistiendo el intenso sabor a vómito. Iba a sobrevivir. Tan solo su alma no podía matarme. Podía resistirlo. Claro que podía.
Levanté la mirada de forma trémula mientras la conmoción perdía intensidad hasta convertirse en algo que podía soportar. El caldero había desaparecido, y Ceri se encontraba casi acurrucada detrás de la enorme lápida, junto a Algaliarept. Tomé aliento, incapaz de saborear el aire a través del aura del demonio. Me moví, incapaz de sentir el áspero cemento que ara?aba las yemas de mis dedos. Todo estaba difuso, todo sonaba apagado, como si oyera a través de algodón.
Todo excepto el poder de la cercana línea luminosa. Podía sentir su vibración a treinta metros de distancia, como si fuera un cable de alta tensión. Me puse en pie, jadeante, para descubrir con sorpresa que podía verla. Podía verlo todo como si estuviera usando mi percepción extrasensorial; pero no la estaba usando. Mi estómago se agitó al ver que mi círculo, antes te?ido con un alegre matiz dorado, estaba ahora cubierto de negro.
Me volví hacia el demonio, viendo la espesa y negra aura que le rodeaba, y consciente de que una buena parte de ella cubría a la mía. Luego miré a Ceri, y apenas fui capaz de distinguir sus rasgos, dada la enorme fuerza del aura de Algaliarept que había sobre ella. Ceri no poseía un aura para combatir la del demonio, ya que la había perdido ante él. Y era eso en lo que había depositado toda mi esperanza.
Si retenía mi alma, aún conservaba mi aura, asfixiada bajo la de Algaliarept. Y con mi alma, tenía libre voluntad. Al contrario que Ceri, yo podía negarme. Lentamente, fui recordando cómo.
—Libérala —espeté—. He recibido tu maldita aura. Ahora libérala.
—Oh, ?por qué no? —dijo el demonio entro risas mientras se frotaba sus manos enguantadas—. Matarla será una magnífica forma de comenzar tu aprendizaje. ?Ceri?
La peque?a mujer se puso en pie con la cabeza alta y el ovalado rostro invadido por el pánico.
—Ceridwen Merriam Dulcíate —dijo el demonio—. Te devuelvo tu alma antes de matarte. Puedes agradecérselo a Rachel.
Me sobresalté. ?Rachel? Antes siempre me había llamado Rachel Mariana Morgan. Al parecer, al ser su familiar, ya no era merecedora de mi nombre completo. Eso me molestó.
Ceri emitió un leve sonido, tambaleándose. Con mi nueva visión, contemplé cómo el lazo de Algaliarept se soltaba de ella. El más tenue y delicado destello de puro azul la cubrió; era su retornada alma tratando de rodearla con su protección; entonces se desvaneció bajo los cientos de a?os de oscuridad en los que el demonio había acogido su alma mientras había permanecido en su poder. Su boca se movió, pero no podía hablar. Sus ojos se volvían vidriosos al jadear, al respirar aceleradamente, y salté hacia delante para recogerla en su caída. Con esfuerzo, la arrastré de vuelta hasta el límite del círculo.
Algaliarept salió detrás de ella. La adrenalina se disparó. Solté a Ceri. Tras enderezarme, me decidí.
—?Rhombus! —exclamé, la palabra de invocación que había estado practicando durante tres meses para conjurar un círculo sin dibujarlo antes.
Con un poder que me hizo tambalearme, mi nuevo círculo apareció con una explosión, sellándonos a Ceri y a mí en un segundo círculo más peque?o en el interior del primero. Mi círculo carecía de un objeto físico en el que centrarse, por lo que el exceso de energía salió por todas partes, en lugar de permanecer tras la línea luminosa, como debe ser. El demonio maldijo, encogido hasta que se lanzó contra el interior de mi círculo original, todavía funcional. Con un sonido metálico que reverberó a través de mí, mi primer círculo se rompió y Algaliarept cayó al suelo.
Apoyé mis manos en las rodillas respirando pesadamente. Algaliarept me gui?ó desde el cemento, antes de lucir una perversa sonrisa.
—Compartimos un aura, cari?o —explicó—. Tu círculo ya no puede detenerme. —Su sonrisa se ensanchó—. Sorpresa —canturreó levemente, poniéndose en pie y tomándose su tiempo para sacudirse meticulosamente su abrigo de terciopelo brillante.
Oh, Dios. Si mi primer círculo no lo había detenido, tampoco lo haría el segundo. Había imaginado que aquello podía ocurrir.
—?Ceri? —susurré—. Levántate. Hay que moverse.
Los ojos de Algaliarept miraron detrás de mí, hacia el terreno consagrado que nos rodeaba. Mis músculos se tensaron.
El demonio se abalanzó. Con un chillido, tiré de Ceri hacia atrás. Apenas percibí la oleada de siempre jamás fluyendo dentro de mí debido a la fractura del círculo.
Me quedé sin aliento al chocar con la tierra; Ceri estaba encima de mí. Todavía sin respirar, empujé desesperadamente con mis talones sobre la nieve, alejándonos de allí. Notaba la aspereza de los adornos dorados en el vestido de baile de Ceri bajo mis dedos, y tiré de ella hacia mí hasta estar segura de que ambas nos encontrábamos en terreno sagrado.
—?Malditas seáis! —exclamó Algaliarept, furioso, desde el borde del cemento.