La bella de la bestia

—Ya. ?Y qué va a pasar cuando decidas que lo que tienes no es suficiente? Diste dos dedos para convertirte en barón, ?qué vas a dar para ser conde? ?Un brazo? Tal vez deberías pensarlo, incluso hacer planes para acumular una larga lista de títulos, como han hecho muchos hombres. Al final, puede que yo tenga que llevar lo que quede de ti en una carreta, pero a cambio diré orgullosamente que eres lord de esto, barón de aquello y conde de tal otro sitio. Eso merecerá la pena, será mucho más que un consuelo.

Gytha estaba haciendo despliegue de todo su temperamento, pensó Thayer. No lo sorprendió ver que los hombres la miraban con la boca abierta, pues él también se sentía inclinado a hacer lo mismo. Gytha estaba mucho más furiosa de lo que él se había imaginado. Quería calmarla, apaciguarla, pero no sabía cómo hacerlo. Era difícil, sobre todo porque no sabía cuál era la causa profunda de tama?o enfado. No pensaba que lo de su marcha fuera para tanto, tenía que tratarse de otra cosa.

Gytha se sentía desgarrada por dentro. Quería llorar sobre las heridas de Thayer y gritarle su furia por dejar que estropearan su bello cuerpo por algo que ella consideraba inútil. Aunque quería re?irle por su estupidez, también deseaba desaparecer, esconderse en algún lugar y tratar de aclarar los sentimientos tormentosos que se apoderaban de ella en ese momento.

—?Por qué me haces esto? —preguntó Gytha en un tono más suave, con un dejo de impotencia en la voz—. ?Qué he hecho para hacerte creer que me importan cosas como los títulos o las tierras? ?Qué he hecho para hacerte creer que valoro esas cosas por encima de tu propia vida? Todo lo que he hecho o dicho debía haberte demostrado lo contrario, pero estás ciego y sordo, no te enteras nunca de nada. No me importa que seas un barón o un herrero. No me importa que seas el due?o del mejor feudo de toda Inglaterra o que vivas en una choza. Te quiero a ti, no a tus riquezas.

Thayer estaba profundamente conmovido. Había mucho sentimiento tras las palabras de su mujer. Sin embargo, aún quería ver en qué medida era profundo e intenso dicho sentimiento, cosa que sólo podía hacerse en privado. Que hubiera tantas personas escuchando atentamente lo que sucedía entre ellos hizo que Thayer fuera demasiado consciente de lo personal que se estaba volviendo la discusión. Empezó a sentirse un poco incómodo.

—Pues eso está muy bien, sí, muy bien.

—?Muy bien? —no podía creer que su marido recibiera palabras que provenían de lo más profundo de su alma de una manera tan insulsa—. Bien —por un breve momento miró hacia arriba, como pidiendo ayuda divina, y levantó los brazos en un gesto que demostraba su impotencia y su confusión—. Podría hablarle a la luna y me entendería mejor que tú. Creo que estoy perdiendo la inteligencia. Debo de haberme vuelto idiota. No hay otra manera de explicar por qué te amo más que a mi propia vida, cuando eres el hombre más estúpido de toda Inglaterra.

La expresión estupefacta en el rostro de Thayer puso fin a su perorata. Entonces maldijo, se levantó ligeramente las faldas y salió corriendo a lo largo del pasillo. Sus sentimientos eran tan tristes que se sintió casi al borde del llanto. Lo último que deseaba era echarse a llorar frente a Thayer y a las otras personas presentes en el salón. Mientras corría hacia su habitación, en busca de soledad, se preguntó si Thayer la seguiría, pero en ese momento estaba más preocupada por quitarse de la vista de todos antes de que los sentimientos que le hervían por dentro hicieran erupción, dando así un indeseable espectáculo.

Durante un rato que pareció eterno, Thayer sólo fue capaz de quedarse con la boca abierta, mirando hacia el pasillo por el que su esposa había desaparecido. Poco a poco fue consciente del murmullo que se había levantado a su alrededor, y entonces se dio cuenta de que todos los presentes en el atestado salón estaban comentando lo que acababan de presenciar. Su encantadora esposa acababa de confesarle que lo amaba ante todos los habitantes de Riverfall. Apenas pudo reprimir una gran sonrisa. Tales palabras debían pronunciarse en la intimidad, pero no lamentaba aquella confesión en voz alta, delante de tanta gente. Si alguna vez dudaba de lo que había escuchado, había un montón de testigos a los cuales podría pedirles que le confirmaran lo dicho por Gytha. El orgullo también hizo que le resultara difícil lamentar lo sucedido, pues todos los presentes se enteraron de que él, el rojizo y poco atractivo Thayer Saitun, había conquistado el corazón de una mujer tan hermosa como ella.

—?Qué vas a hacer ahora? —lo presionó Roger, que estaba cómodamente sentado en la silla junto a Thayer.

Se volvió a mirar a Roger y se dio cuenta de que Margaret, que estaba sentada junto a su marido, lo miraba con los ojos abiertos de par en par. Entonces habló en tono bajo, casi un murmullo.

—?Qué voy a hacer?

—?No vas a ir a buscarla?

Thayer bajó la mirada hacia la comida que estaba sobre la mesa.

—?No puedo comer primero? —sonrió cuando Margaret chasqueó la lengua y Roger se rio—. Supongo que debo ir a buscarla y rega?arla una vez más por cometer la inconveniencia de llamar estúpido a su marido.