—?Lo has visto? —preguntó, se?alando el cielo.
Ella levantó la cabeza para buscar lo que había llamado la atención de su padre, pero solo vio el mismo cielo parcialmente nublado y gris que de costumbre. De hecho, llegó a pensar que se refería a que iba a llover pronto —lo que era probable—, pero al parecer no se trataba del clima. Tras unos segundos, le pareció percibir un movimiento veloz. Alice agudizó la mirada, intrigada, y de pronto, lo vio. Dos peque?as manchas de color en medio del paisaje gris pasando a toda velocidad por encima de sus cabezas. Siguió a los dos pajaritos con la mirada, fascinada, y vio que se detenían sobre el respaldo del banco. Sin embargo, apenas tardaron unos instantes en volver a emprender el vuelo y desaparecer en la lejanía.
—Nunca habías visto un pájaro tan de cerca, ?verdad? —le preguntó su padre, que parecía tan fascinado como ella por el descubrimiento—. ?Te has fijado en su color?
—Uno tenía tonos pardos por detrás, casi rojizos, y grisáceos por delante —respondió ella al instante—. Y el otro tenía el pico amarillento y la cabeza casta?a.
—Exacto. Hace unas semanas me pediste un libro sobre naturaleza y te regalé uno de ornitología, así que, ?qué espec...?
—Passer domesticus. —Alice le sonrió—. Dos gorriones. Hembra y macho. Y probablemente en época de apareamiento.
Su padre también había sonreído. Y, como cada vez que Alice respondía correctamente a una de sus preguntas, había asentido una vez con la cabeza en se?al de aprobación.
—Tiendo a subestimar tus habilidades —confesó. Se pasó unos segundos en silencio, como si estuviera analizando sus propias palabras. Eso también lo hacía a menudo. Pero, finalmente, se volvió de nuevo hacia Alice—. Si están en época de apareamiento, quizá dentro de un tiempo veamos más gorriones por aquí. ?Eso te gustaría?
—Sí, padre.
—A mí también. Después de la Gran Guerra, el paisaje parece tan funesto, tan vacío...
Y fue entonces, justo en ese punto de la conversación, cuando Alice se atrevió a arriesgarse y formularle una pregunta.
—?Qué pasó en la Gran Guerra?
Pese a que su padre había parecido distraído, aquello hizo que se volviera a centrar al instante. Le dirigió una mirada algo suspicaz.
—Eso ya te lo explicó el padre Tristan.
Sí, aquel hombre les había dado tanto a ella como a sus compa?eros alguna que otra lección acerca de cómo era la vida humana antes de la Gran Guerra, pero sus discursos solían centrarse principalmente en lo desgraciados que eran los humanos antes de que los científicos y los padres se aliaran para mejorar la especie, así que al final de esas explicaciones Alice seguía sin tener una idea muy clara de lo que era vivir como un humano antes de que el mundo se convirtiera en lo que era entonces.
—Pero sigo sin entenderlo del todo —a?adió ella—. ?Podría volver a explicármelo, padre?
Por un momento, pensó que se negaría. Pero entonces él suspiró y asintió con la cabeza. Hizo un gesto hacia el banco. Alice se sentó a toda velocidad, incapaz de ocultar su entusiasmo. él se situó a su lado, pero con bastante menos emoción.
—Antes de la Gran Guerra, las cosas no eran como ahora —empezó—. En lugar de zonas y ciudades, había continentes y países. Cada uno tenía sus propios líderes y sus propias normas, y los mandatarios solo se reunían en caso de que hubiera un conflicto que los involucrara. Cosa que, afortunadamente, no ocurría muy a menudo.
—?Como las Ciudades Rebeldes?
—No te adelantes a los acontecimientos, Alice. Hace quince a?os, dos de esos países que he mencionado, dos muy poderosos, entraron en conflicto por intereses comerciales. ?Entiendes lo que es un conflicto de ese tipo?
—Sí. En el Imperio romano ocurrían continuamente. —Alice rememoró cada detalle que fue capaz de reunir sobre el tema—. Cuando dos ciudades exportaban el mismo producto, una de ellas bajaba el precio para que su oferta fuera más apetecible. La otra, por consiguiente, tenía que hacer lo mismo, y así se...
—No es tan simple, pero mantén esa idea. No es un mal símil. Esos dos países tenían muchos conflictos como el que tú comentas, pero a un nivel colosal. Cada vez que parecía que uno de ellos cedía, volvía a ganar terreno. Y todo empeoró cuando empezaron los rumores sobre espías. Se decía que ambos mandaban agentes encubiertos al otro para saber cuál era su estrategia y poder adelantarse. La gente se volvió completamente paranoica, empezó a ver enemigos donde no los había, y el conflicto solo empeoró. ?Alguna vez te he hablado de la contaminación, Alice?
—Solo un poco. Es lo que hace que el aire sea difícil de respirar y las plantas se marchiten, ?no?